La ley de juego online ha traído a primera línea el tema de la tributación de los jugadores.
Hasta ahora no se tenía en cuenta ya que el que quería declaraba lo que había ganado y el resto se callaba. Ni los casinos pasaban información a la Agencia Tributaria, ni esta la pedían. Incluso había directores de casino que creían que el dinero ganado en los casinos estaba libre de impuestos.
La única preocupación del estado era el blanqueo de capitales y prácticamente han pasado a los casinos la responsabilidad de controlarlo. Son los casinos los que tienen que vigilar y pasar información al estado si sospechan algo raro, pero que alguien gane un dineral, no suponía ningún problema para el casino. ¿Cómo lo quiere usted? ¿Efectivo? Aquí lo tiene.
Lo cierto es que la ley tenía un sólo propósito, que la gente no dijera que se había jugado su dinero en el casino, no se puede demostrar lo contrario, y lo guardase en el colchón. Caballero, aquí vemos que como autónomo ha generado un par de millones de euros, ¿por qué la declaración le sale a devolver? Ah, es que soy ludópata y me lo he jugado todo en el casino. Ok caballero, todo en orden. Y al día siguiente nadie paga impuestos.
Pero la llegada del juego online ha supuesto un problema que parece que no se ha tenido en cuenta a pesar de repetirlo desde hace años.
Creo que el estado debería diferenciar dos tipos de jugadores, profesional y aficionado.
Profesional: Se da usted de alta y me presenta su declaración todos los trimestres como cualquier otro autónomo. Se desgrava usted lo que sea conveniente.
Aficionado: Nos deja usted en paz. Si gana mejor para usted, si pierde, mala suerte. Usted ya ha pagao impuestos del dinero que se juega, y la empresa que ofrece el juego paga impuestos por lo que gana.
Eso sí, si se descubre que es profesional y no declara, estacazo que te crió.
Pero ésto no creo que ocurra. Me extrañaría mucho que creasen la figura de jugador profesional, y más me extrañaría que dejaran a los aficionados apostar sin crujirlos si ganan. No solo por recaudar, sino por proteger el juego público, aquel que sí es libre de impuestos.